Una gran espera. No sé cuán gigante puede ser mi recompensa no obstante no me importa. Sé que valdrá la pena hacer este esfuerzo. Hacerlo por él. Tan sólo son días que, unidos, uno tras otro, se vuelven semanas y estas, a su vez, meses. Dos. Dos meses en este caso. No sé si podré aguantarlo. No entiendo ya un solo día sin él, más dos meses. Mas sin embargo no queda otra que molestarse, haré otras actividades para evadirme y no malgastar el tiempo sin él. Malgastar. Gastar mal. Ni siquiera puedo malgastar el tiempo porque no quiero gastarlo, ni bien ni mal, si él no está aquí. Tal vez se me pasen rápido estos 60 días. Tal vez no. Pero lo que más me molesta es no saber cómo lo pasará él. O peor aún, saber que lo pasará mal. El hecho de hallarme lejos de él y conocer su mal estado hace que todas las tripas de mi cuerpo se deshagan para crear un puente que me lleve hasta él. Porque ÉL lo es todo. Mi tiempo, mi juventud, mi resurrección, mi alegría, mi vida. Mis dedos juegan por este maldito teclado mientras mi mente viaja en su búsqueda, lo imagino entre sus dulces sábanas, aferrado a ellas como si su vida se le fuese en ello. Sus preciados ojos color caramelo cerrados, soñando con sabe Dios qué fantasía de locura. Siente el calor en su espalda, está cansado. Sin más, da una vuelta sobre ese colchón de nubes. Sus labios, creados para besar y ser besados, están adormilados todavía, quizás relamidos por el loco sueño que está viviendo. Y ahora mi mente vuelve. No, no está allí, quizás esté ya trabajando. Sudándose su cuerpo y emanando su olor salado característico. Quizás, ojala, hoy haya tenido uno de esos días en los que nadie te da trabajo, en los que te lo dejan todo en bandeja de plata, pero eso son sólo utopías. No existe un día así donde él está, o eso me temo.
Está en una puta isla en la que a nadie le importa una mierda el de al lado si tienen su café a las 10. OH.
No hay comentarios:
Publicar un comentario